lunes, 23 de enero de 2017

El día después del peor día deportivo

El partido contra el Ejido 2012 dolió y mucho. Pero perder en casa, de la forma en la que se hizo, contra el Atlético Sanluqueño -con todos mis respetos, pero el colista y con sólo dos victorias-, después de adelantarnos 2-1 en el marcador... fue horrible.

Ayer pude decir mil cosas y me di una pausa, pero mi pensamiento sigue igual, sin que el paso del tiempo me calme. El día que se hizo un precioso gesto del Trust entregando la medalla de Huelva ganada por Líberos al Club, el que debe tenerla, fue el día que más se machacó el espíritu del seguidor recreativista.

Y empezó la cosa bien, como para soñar en que la mejoría vista en Jaén seguía dando sus frutos. El primer golazo de Domínguez, la réplica del rival y en la siguiente jugada ponernos de nuevo delante del marcador con una jugada fantástica de banda a banda y con el puntaumbrieño marcando su doblete, presagiaban falsamente, una gloriosa tarde de domingo.

Pero una segunda mitad nefasta, con errores de faltas innecesarias, de impotencia, de buscar broncas donde no las hay... y quede dicho que el árbitro fue para congelarlo en la Antártida y que sospecho, sin ninguna duda, de que hay una sombra alargada de Comas en la Real Federación Española para hacerle daño al Recre. Pero aún así, el espectáculo de nuestros jugadores acabó con mi paciencia.

Hay tardes malas, lo sé. Pero ayer era un partido para ganar. Y digo yo que tenemos derecho a mostrar el malestar, que lo de animar sin ton ni son ya lo hemos demostrado y lo seguiremos haciendo renovando energías cada domingo. Pero la derrota duele, duele con una herida casi mortal en la que ves que Tercera División está más cerca que nunca. Ayer sentí lástima del escudo del Recre, del cómo está, de verlo humillado en una categoría dónde sólo por afluencia de público, debería ser un grande.

Creo que poco más puedo decir. Ni revoluciones, ni posibles fichajes, ni cambio de banquillo. Las posibilidades se agotan y con eso la esperanza, la paciencia y la vida. También tengo claro que el viernes estaré pensando en el Extremadura y en lo importantes que son esos tres puntos y en la renovación de moral que significaría ganarlos. Pero quiero trasmitir el dolor y la impotencia, porque de ahí también se aprende. Es como suspender el examen de Religión en Primaria.

Sé que hay optimistas, y mirad que yo lo soy, que creen que mejorando el juego a balón parado, la cosa estaría mejor. Yo quiero aprender del dolor, de la angustia, del sufrimiento y la fatalidad. Que nos consuma lo suficiente para convertir esa energía negativa en algo.

Puedo hablar de más cosas, de los líos de Comas, de la medalla a Líberos, de lo retratado que ha quedado Ceballos... pero lo dejaremos para otro día. Hoy todo lo que quiero es que siga doliendo, que cicatrice y que al mirar atrás avergüence. A ver si así se produce el maldito cambio de chip deportivo que anhelamos.

Y algo me preocupa mucho. Si hasta yo empiezo a desbordarme... ¿qué estará pensando el aficionado menos pasional? Qué momentos tan complicados.