miércoles, 22 de marzo de 2017

Comas y el Recre

Hay una afirmación que el propio Presidente, Manolo Zambrano, dice sin problemas: que Comas ya no es parte del Recre. Y es verdad, y no lo es. Vamos a destripar este argumento.

Comas ya no es oficialmente nadie en el Recre actual, no pertenece a la Junta Directiva y no es propietario. Esa verdad es así, y a nivel directo todo está a falta del justiprecio por la expropiación, una cantidad que debe ser sorprendente por baja -o eso espero- si se analiza bien cómo dejo el club el madrileño. 

Esa es la explicación fácil, la que viene en los escritos. Ahora viene larga y difícil. Comas es una persona histórica, alguien a quién no podemos olvidar jamás. No, no es una bendición haber coincidido con él en nuestro vetusto club. Ojala nunca se hubiera fijado en Huelva para meterse en sus negocios. Aún así, es historia y de la que no debemos olvidar. Antes, como él sabe y cuenta en medios nacionales en sospechosas entrevistas, era conocido, entre otras formas que prefiero no reproducir, como el parásito. Lo fue, sin dudas. Se aferró a su sillón (wifi, porque en Huelva no estaba en los últimos tiempos) y aunque abandonó el club en una parálisis inducida, no tenía ninguna intención de dejar su cargo salvo que hubiera liquidación. Pero ahora, para mí, Comas es una cicatriz. De esas que te dejan la marca en quirófano y sólo puedes esconder con ropa encima pero nunca con tu propia piel. Es una marca que nos perseguirá -y debe perseguirnos- de distintas formas.

Comas sigue siendo parte del Recre de la forma indirecta y a la vez más directa posible. Lo primero, es el estrago tan duro que ha hecho en el club. Fue el romano de Cristo en el calvario, nos humilló, nos martilleó, nos clavó una cruz pesada y nos dejó a nuestra suerte. Seguimos en ese camino, intentando cambiar de rumbo para dejar el monte de la calavera a un lado y volver a una rutina que ya echamos demasiado de menos. La losa de la deuda, del embargo con Hacienda, ha sido y es durísima. No sé si Comas llegó a pagar un sólo plazo tras el mejor acuerdo de acreedores posible. Se encontró con un descenso de la deuda brutal y se aplicó con esmero para duplicarla o triplicarla. Pero más allá de lo económico -que no es poco-, Comas ha sido protagonista deportivo este año. Sentenció a Pavón, puso todas sus ganas y crió una persona non-grata en nuestra ciudad como es Alejandro Ceballos. El problema fue sentenciar la planificación, los fichajes y toda la temporada. Negándose a fichar, cambiando de míster e imponiendo al suyo, buscando siempre la discordia.

El amigo Pablo tiene capacidades que son dignas de elogio. La que le lleva a conseguir sus objetivos es la capacidad para convencer a la gente. Es un buen orador, aunque lo de escribir se le da bastante mal. Aquí en Huelva en su llegada engañó a muchos, atentos a las ilusiones. A mí durante un tiempo, en su primer y segundo año, también. Algunos tienen nombres propios y han sido engañados de manera cruel como el caso de Benjamín Naranjo, y algunos continúan su peculiar odisea apoyándole, ya sean los famosos Martín, sus verdaderos compañeros Iturbe y Peña y también algún medio en internet que le sirve de vocero. Incluso a nivel nacional, como es el caso de El Español.

Pero esa habilidad de convencer se mezcla con otra de doble filo que: la de crear  discordia. Es un auténtico experto, pero hace que algunos de sus "amigos" acaben en su contra. Pablo Comas no tiene la culpa de nada, la culpa es de Hacienda, de los Administradores Concursales, del Trust, del brindis de las Peñas, de Javier Tebas, del Racing de Santander, de Pavón, de Oltra, de Rodri -que un poquito sí-, de Gabriel Cruz, de unos Mexicanos, de Víctor Hugo... según él, la alianza en su contra es más grande que la ONU. Y pobrecito, ¿no?

Recuerdo con diversión cuando, entre sus grandes proyectos, quiso hacer un seminario en la Universidad de Huelva para dar un seminario de cómo Gestionar un Club de Fútbol. La experiencia nos ha dado el caso práctico ideal: todo lo que no hay que hacer. Ha sido un gestor esperpéntico, torpe y, en mi opinión, con muy mala intención. Pero ojo, que alguna cosa buena tuvo, aunque no llegó a materializar. Le gustaban los detallitos y la historia, pero para él, para su despacho, no para su afición. E intentó lo del museo. Aunque todo queda a medio gas.

La mayor habilidad de Pablo Comas ha sido la de unir a toda Huelva. Ha sido un punto común, e incluso con la última entrevista, la de hace un par de semanas, aquella en la que parecía hablar con Alicia en aquel país o que tomaba lo mismo que Don Quijote por las noches, sirvió para volver a centrarnos en todo el daño que ha hecho.

A día de hoy, Pablo Comas Mata-Vila y su famosa espada de damocles siguen, y seguirán siendo actualidad en el Recre. Más allá de las deudas, está implicado directamente y citado a declarar por el mal llamado "Caso Recre", una fechoría en la que presuntamente está compinchado con Ángel María Villar. Y es que es habitual verlo en los palcos de los grandes acontecimientos, como la Copa del Rey. Su labia sigue intacta, o como dice aquel buen refrán: "Dios los cría y ellos se juntan". Además de eso, tiene la querella por parte del Trust, aunque conociéndolo va a intentar alargarlo lo máximo posible, que es otra de sus grandes habilidades y que le vendría muy bien ejercerla de manera sexual, pero a nivel institucional acaba siendo tedioso. Para colmo, está el 'Caso Estadio', al que le dedicaré palabras más concretas en el futuro y en el que, a pesar de todo, quizás tenga parte de razón (que se quita el sólo al contratar ese buffet de abogados). 

Por eso, Comas ya no es el Recre, pero habrá Comas para rato y no debemos olvidar a Comas nunca. Recordad, es esa cicatriz. Esa que duele pero que enseña. Esa que nos indica el camino correcto, que nos activa las ganas de luchar. Sólo por eso, por sacar lo mejor de una afición herida, puede merecer mínimamente la pena su paso por aquí. A las futuras generaciones, a los más jóvenes, que no lo olviden. Que sea nuestra seña de supervivencia, nuestro guía cuando creamos en palabras de humo.

Que hablemos de él para concretar cosas. Pero siempre, siempre, siempre, para recordar.